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La historia de la navegación es tan antigua como el hombre. Cuando se dice que Cristóbal Colón descubrió América no es más que una simplificación histórica que no se corresponde con los hechos. Sin entrar a ponderar las pruebas que parecen determinar anteriores incursiones atlánticas, la verdad es que los primeros navegantes europeos que tocaron tierras americanas fueron los vikingos alrededor del año 1000 dC. cuando Erik el Rojo, junto a otros navegantes nórdicos, organizó los primeros asentamientos en Groenlandia [que forma parte de Norteamérica]. También se dice que fueron los portugueses los primeros en abrir la ruta del comercio marítimo hacia Oriente rodeando las costas de Sudáfrica, pero es muy posible que otros navegantes de tiempos remotos conociesen ya esa vía de comunicación. La falta de pruebas no transforma una verdad en incuestionable. En cualquier caso, antes de la histórica expedición de Bartolomeu Dias de 1488, muchos mapas ya mostraban las costas de África rodeada de agua y veleros, como el mapamundi de Fra Mauro de 1459, un monje que vivió en la isla veneciana de San Michele y que tuvo contacto con fuentes poco conocidas en occidente. Según Heródoto [nacido en 484 aC.] fue una expedición fenicia auspiciada por el faraón Necao II la primera en circunnavegar el continente africano. Cuenta Heródoto que varias naves fenicias realizaron una penosa travesía efectuando largas paradas para conseguir provisiones, y que tardó tres años en llegar al estrecho de Gibraltar. La veracidad de esta hazaña fue cuestionada durante mucho tiempo, pero a favor de Heródoto está el testimonio que transcribe de los marineros fenicios, que informaban que en las proximidades del cabo de Buena Esperanza el sol de mediodía está al norte, es decir, las sombras se proyectan en dirección opuesta a lo que es lo normal, y esto sólo ocurre cuando se abandona el hemisferio norte y se cruza la línea del ecuador.
Con todo, el mayor desafío de los navegantes era dejar atrás las aguas del Mare Nostrum y las costas occidentales de África para adentrarse en las temibles aguas del Mar Tenebroso, como a veces se le llamaba al Atlántico. Sin referencias visuales de la distancia a la costa, calcular la distancia Este-Oeste recorrida, es decir, la longitud, representó un problema durante muchos siglos. Si bien la latitud [posición Norte-Sur] era fácilmente medible, la longitud sólo se podía resolver mediante la observación de los cielos utilizando el astrolabio marino, la ballestilla, el cuadrante,etc., instrumentos rudimentarios pero que permitían determinar la posición relativa del Sol, de la Luna, determinadas estrellas brillantes o planetas. |