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  La Ilustración Científica
 
    ILUSTRACIÓN CIENTÍFICA EN EL SIGLO XVIII
por Brian J. Ford [*]
   

La ilustración surge por motivos complejos y diversos. La representación de una realidad objetiva puede ser engañosa, ya que puede haber otros factores que actúan sutilmente. Los prejuicios, por ejemplo, guían la mano de muchos ilustradores. El deseo de proyectar conceptos novedosos a través de realidades conocidas distorsiona la realidad según sus propias limitaciones, y el proceso de transmutar el sutil realismo de la Naturaleza a la línea de un grabador impone sus propias restricciones y convencionalismos. Hay un principio general en la obra, a menudo no reconocido: la cultura de cada época impone sus propias realidades arbitrarias. Nuestra experiencia en esto es en gran parte intuitiva, pero explica por qué una imagen específica [el santo de un salterio del siglo XIII o el rostro de la Estatua de la Libertad] la podemos vincular más fácilmente con la época en que fue realizada, que con la identidad del artista o el nombre del objeto. Sólo de esta manera, una ilustración científica es un reflejo de las preocupaciones contemporáneas y una pista de los perjuicios de la época. Es más que un símbolo didáctico. Algunas de las ilustraciones crean y después perpetúan iconos que trascienden la realidad y ofrecen una convención sintetizada que pasa de una generación de libros a la siguiente. Estos iconos se crean para libros de texto y pueblan sus páginas como elementos decorativos que hacen poco por revelar la realidad.

 
 
Ambroise Paré [c. 1510 - 1590]
Figure de rhinoceros armé de toutes pieces

En les oeuvres d'Ambroise Paré...
4º edición. Gabriel Buon, París, 1585
Fuente: Pare Gallery
  Albrecht Dürer [1471 - 1528]
Rhinoceros
[1515]
Dibujo a lápiz, 27.4 x 42 cm
British Museum, London
 
 
 

A principios del siglo XVIII, el libro Voyages et Aventures de François Legaut [1708] presentó un rinoceronte con un segundo cuerno que sobresalía hacia adelante desde su cresta. Esta estructura no se ha encontrado jamás en la vida real. ¿Por qué se enseña en un libro ilustrado del siglo XVIII? El primer estudio publicado de un rinoceronte [realizado por Albrecht Dürer en 1515], aunque poderosamente realista, cuenta con un pequeño cuerno secundario sobre el lomo que se proyecta hacia adelante. La imagen fue plagiada varias veces y -en cada nueva generación de copias– el segundo cuerno imaginario fue aumentando de tamaño. En el momento en que fue incluido en el libro de Legaut tiene el mismo tamaño que el cuerno real.

Para el técnico, deseoso de captar la imaginería científica, alguna noción de "realismo" es una finalidad declarada. Sin embargo, las interpretaciones culturales de este término varían considerablemente. Los convencionalismos europeos, por ejemplo, el objetivo es transmitir las proporciones adecuadas, el número correcto de las escalas, la alineación de los pétalos en un orden preciso. Los ilustradores del este, por su parte, retratan la naturaleza con una exactitud menos absoluta, pero con más estilo y garbo. Un ilustrador japonés, que se enfrentó con la precisión de una fotografía de una enciclopedia occidental de ictiología, observaba: "Sí, pero no la encuentro muy atractiva”.

 
   
Albrecht Dürer [Nüremberg [1471-1528]
Large Turf [1503]
Acuarela y aguada sobre papel. 41 x 32 cm
Graphische Sammlung Albertina, Vienna.
 
 

Johannes Kentmann [1518-1574]
Kräuterbuch [Book of Herbs]
por Johannes Kentmann y David Redtel,
fol. 103, Pincel, témpera y grafito
48 x 33,5 cm. Dresden, 1563.

[derecha]
Jacopo Ligozzi [1547-1627]
Mandragora

Florencia, c,1580

     
   

El arte de la representación tridimensional, el sutil realismo sobre una hoja de papel plano con líneas y manchas de colores, tomó su tiempo en madurar. Cada nuevo convencionalismo traspasó su mandato a los ilustradores de la generación siguiente, que nutrieron el paradigma, mejorándolo y perfeccionándolo de acuerdo a las exigencias del público de cada época. Así, en el siglo XVIII la ilustración naturalista se convirtió en un sello distintivo de los libros de referencia, aunque podemos vislumbrar en siglos anteriores destellos de inspiración realista en los que se fundó esta tradición.

Ejemplos anteriores con calidad fotográfica son Viola odorata [violeta común] representado por Jacopo Filipo de Padua, en la década de 1390, La mata de hierbas de Albrecht Dürer de 1503, seguida de la brillante representación de Mandragora autumnalis por Jacopo Ligozzi alrededor de 1580. Como no existía ningún método para duplicar estas realistas y vívidas imágenes, nunca pudieron ser incluidas como ilustraciones científicas en los tratados que se publicaron de forma masiva tras la instauración de la imprenta en Europa. En esa época la mayor parte de las ilustraciones científicas que se publicaban eran de mala calidad, y [como ejemplo] el tosco grabado en madera de un esqueleto de caballo de Ferrari en 1560 muestra poco más que un cadáver medio descompuesto y distorsionado con escaso realismo. Otros fueron mucho más atentos con los detalles. Carlo Ruini realizó estudios bien observados de un esqueleto de caballo ya en 1598, y su trabajo aún era utilizado como referencia por Snape en 1683.

 
   
The Skeleton
Andrew Snape [1644- ?]
The anatomy of an horse
64 xilografías, folio: 34 cm
M. Flesher, London, 1683.
[U.S. National Library of Medicine]
 

Carlo Ruini [1530-1598]
Anatomia del cavallo, infermità, et suoi rimedii
F. Prati, Venecia, 1618
[U.S. National Library of Medicine]


 
   

En los albores del siglo XVIII comienzan a surgir nuevas filosofías inspiradas por una renovada generación de intelectuales. Locke y Spinoza, Leeuwenhoek y Leibniz, Descartes y Newton estaban publicando simultáneamente un torrente de nuevas revelaciones. Las técnicas de representación gráfica empezaron a ser estudiadas concienzudamente y las convenciones aceptadas podían entonces aplicarse a la amplia variedad de filosofía natural. Después de siglos de dibujos desencajados y esencialmente toscos, de repente llegó la era de la ilustración científica. En este momento, cuando los artistas se dan cuenta de cómo pueden aplicar su destreza y los filósofos identificaban las realidades que les rodeaba con la naturaleza, las ilustraciones fieles al modelo empezaron a ser comunes.

Por ejemplo una banana en flor, por primera vez en la historia científica era dibujada tan claramente como se podría hoy en día encontrar representada en un libro de texto o en una página Web sobre botánica. El esqueleto de un caballo aparecía bellamente encarnado en grabados de la más alta calidad, trascendiendo cualquier otra cosa que se haya hecho antes, y mejor que muchas ilustraciones disponibles actualmente. Majestuosas imágenes de cielos y detallados dibujos de intrincadas comunidades de estanques y setos vivos se mostraban repentinamente ante entusiastas espectadores. Cuando la era de la ciencia comenzó a madurar, la ilustración de los nuevos descubrimientos alcanzó tal punto de perfección que en ocasiones las representaciones visuales excedían los estándares de las fuentes de referencia modernas.

 

La ilustración antes del siglo XVIII: La Tradición del Oscurantismo
El realismo figurativo ya había comenzado a aparecer en siglos anteriores, aunque no era habitual en textos académicos. Por ejemplo, las numerosas hierbas conocidas se representaban frecuentemente de forma exagerada y horriblemente distorsionadas en su versión como plantas medicinales. Para el aprendiz su valor como guía para identificarlas era escaso; naturalmente, los experimentados herboristas conocían perfectamente bien lo que estaba representado. Para encontrar las primeras ilustraciones naturalistas tenemos que acudir a los artistas religiosos. La fuente más accesible es el Libro de Horas perfeccionado por ilustradores flamencos de los siglos XV y XVI. Un ejemplo es una pequeña y perfecta mariposa de la ortiga posada en una prímula el Libro de Horas de Hasting, pintado antes de 1480. Los pintores religiosos estaban contentos con dibujar imágenes de la naturaleza como una ayuda a la oración y no tenían necesidad de distorsionar o falsificar las imágenes.

 
 
 
 
 

Entonces, por qué encontramos imágenes irreconocibles de plantas entre los herbarios especializados? La razón está en un deseo de dignificar lo trivial a través del oscurantismo. Los herboristas no deseaban que el público estuviese al tanto de su arte, y la intención de las ilustraciones era mantener a los extraños al margen. En la ciencia moderna encontramos ejemplos equivalentes al divulgar micrografías de electrones con color falso para decorar artículos para el público en general y cuando se utilizan complejas terminologías para designar conceptos más simples.

Por ejemplo, hay un fenómeno en el que los pacientes aprietan y rechinan los dientes mientras duermen. Esto es conocido por los médicos como bruxismo – pero sólo entre ellos mismos. Una vez que el tema llega a una amplia audiencia, se transforma en el “síndrome de la articulación temporomandibular”. De la misma forma, un glóbulo blanco se mantiene blanco entre los científicos de un laboratorio hematológico. Pero si un extraño entra en la habitación, estos glóbulos blancos se convierten en “granulocitos”, y permanecen siendo granulocitos hasta que el visitante se ha ido.

El deseo de mantener las especialidades siendo especiales – y evitar que los no académicos alcancen una indebida percepción en aquellos campos que las autoridades quieren preservar para sí mismos – ha guiado a menudo a los rapporteurs de los avances científicos. En el campo de la ilustración científica actual encontramos una resonancia del mismo concepto. El mundo moderno está repleto de imágenes de retorcidas espirales de ácido nucleico, seductoras impresiones de agujeros negros horadando el espacio ultra- profundo, visiones sin sentido de animados circuitos integrados en la secuencia coreográfica de un anuncio de televisión – imágenes diseñadas para impresionar al público con un compendio de complejidades inalcanzables, en lugar de mostrar una verdad de forma simple y asimilable. Los átomos todavía se muestran como si estuviesen compuestos por bolas de billar, aunque este concepto ya no se aplica en la era post-cuántica desde la década de 1930.

 
 

 

Sydenham Teast Edwards [1768-1819]
Musa coccinea Andrews
Curtis’s Botanical Magazine, vol. 38 [1813]
[L. coccineus, escarlata, carmesí, crimson,
tinte antes producido a partir de las agallas de Quercus coccifera]
[plantillustrations.org]

 
   

Un respiro de realismo
En el siglo XVIII los lectores disfrutaron de un respiro de esta clase de prácticas. La torpeza y las dudas de los primeros dibujantes fue madurando hacia una apreciación completa de las maravillas de la realidad, aunque la actual tendencia a distorsionar e impresionar no tardaría mucho en llegar. En este siglo singular comienza a emerger una nueva cara de la honestidad científica que nos dejó un legado de vívidas imágenes repletas de detalles capturando por primera vez los descubrimientos humanos. La Ciencia empezó a emerger como una disciplina reconocible y sus ilustraciones lo demostraban. Los grandes viajes del descubrimiento volvían con colecciones de historia natural, especies de plantas y muestras geológicas. Los exploradores contrataban a artistas para documentar sus hallazgos y a cambio se convertían en coleccionistas. La era de la exploración científica estaba en camino.

Con el nacimiento del siglo, trabajar en una gran obra ilustrada era sólo el comienzo. Maria Sibylle Merian [1647-1717] acababa de volver a Ámsterdam desde Surinam, cargada con dibujos y colecciones de plantas e insectos de la colonia de Sudamérica. Procedía de una familia con conexiones largamente establecidas en este campo. Su padre, Mathäus Merian, el Viejo, había heredado el Florilegium Novum de su suegro Johann Theodor de Bry, y publicado una nueva edición de su trabajo en 1641. Tras su muerte, unos años más tarde, la madre de María se casó con Jacob Marrell, un pintor de flores y floreros, y María a su vez se casó con Johann Graff de Nüremberg, uno de los pupilos de su padrastro. Unos años más tarde dejó a su marido por razones religiosas y en 1698 viajó a Surinam para estudiar, catalogar y dibujar diversos especímenes. Los resultados aparecen en un trabajo hermosamente ilustrado, Metamorphosibus Insectorum Surinamensium [1705]; una edición ampliada, con láminas adicionales hechas por su hija Joanna, apareció en 1714. Estas ediciones están ilustradas con bellos grabados, cada uno de ellos meticulosamente pintados a mano, que proporcionan un interesante ejemplo del periodo de transición entre el corpus en parte imaginario de las primeras ilustraciones y el avance hacia el realismo. Las ilustraciones tienen cualidades exageradas, con rasgos salientes y distorsionados que se adaptan a la visión del grabador. Algunas de las descripciones [y varias de las especies] son imaginarias y algunas tienen los detalles anatómicos en un orden equivocado. Su anacardo, por ejemplo, está dibujado al revés con relación a su raíz.

 
 
Bertha Hoola van Nooten [1817-1892]
Musa paradisiaca L. [plantano enano]
Fleurs, fruits et feuillages choisis de l’ille de Java: peints d’apres nature, t. 34 [1880]
Cromolitografías de Pieter Depannemaeker
Ledeberg, Gante. [plantillustrations.org]
 

Maria Sibylle Merian [1647-1717]
Musa paradisiaca L. [plátano enano]
De metamorphosibus insectorum Surinamensium, t. 23 [1714]
[plantillustrations.org]


 
   

Joseph Pitton de Tournefort [1656-1708], Profesor de Botánica en el Jardin Royal de París, otra figura importante de principios de siglo, fue el primero en publicar sus Élémens de Botanique en París en 1694. Llegó a ser muy conocido por su muy revisada edición inglesa del Compleat Herbal, publicada en dos volúmenes [1719 y 1730]. Tournefort catalogó 8.846 plantas vasculares en su libro, ilustrado con alrededor de quinientos grabados en planchas de cobre. Mientras Maria Sibylle Merian había estudiado el Nuevo Mundo, De Tournefort dejó su puesto en París y partió a explorar Oriente Medio acompañado por Andreas Gundelscheimer, médico, amigo íntimo y naturalista y por Claude Aubriet famoso boticario y dibujante. Se embarcaron en Marsella en 1700 y se dirigieron a Creta donde, durante tres meses, se dedicaron a recolectar plantas . Después de explorar las islas del Egeo viajaron a Turquía, pasando algún tiempo en las regiones armenias y kurdas de camino hacia Georgia, descubriendo muchas nuevas especies a los botánicos orientales. Tournefort publicó un relato sobre el viaje y sus hallazgos en un libro ilustrado por Aubriet: El Voyage au Levant de 1718. Los grabados son reconocibles pero hechos sin ingenio ni gracia. Como en el caso de las publicaciones de Sybille Merian de la misma época, hay perceptibles resonancias de herbarios y otros libros ilustrados de épocas más tempranas. Sin embargo, con los Élémens de Botanique Tournefort había creado el primer tratado completo sobre botánica, y los trabajos de taxónomos posteriores [Linnaeus, por ejemplo] deben considerarse junto a este tratado. Aubriet también ilustró varias obras sobre botánica. Sus estudios eran estilizados, pero el vigor de su temperamento, en lugar de estropear, aumentó el vívido realismo con el que interpretó sus temas

En Inglaterra este gran trabajo fue publicado por Jhon Ray [1627-1705], hijo de un herrero [cum-herbalist] de Essex. Con el apoyo de Francis Willughby [1635-72], Ray viajó por Europa entre 1663 y 1665. Muchas de sus publicaciones aparecieron durante el siglo XVII, pero su mayor obra apareció en el siglo XVIII. La publicación de la gran Historia generalis plantarum se completó en 1704. Aunque la obra es mayor que los Élémens de Botanique de Tournefort [Ray describe 18.600 especies de plantas en una obra de casi 3.000 páginas], no tenía ilustraciones. Había una creciente tendencia a creer que los estudiantes de ciencia superior no necesitaban imágenes para iluminar la mente. Esta idea persistió hasta muy entrado el siglo XX. Los experimentados botánicos británicos de hoy, por ejemplo, conocen la obra Excursion Flora of the British Isles de Clapham, Tutin y Warburg que no lleva ilustraciones de ninguna de las especies que describe.

 
   

 

Joseph Pitton de Tournefort [1656-1708]
Institutiones rei herbariae [1700]
vol. 2. Número de ilustraciones en este volumen: 253
[plantillustrations.org]

 
   

Un íntimo amigo de John Ray, Mark Catesby [1683-1749] – artista autodidacta – Se animó a visitar América y documentar lo que se había descubierto recientemente en los nuevos territorios todavía desconocidos para la filosofía natural. Catesby visitó las Carolinas, Virginia y las Bahamas y publicó A Natural history of Carolina, Florida and the Bahama islands en 1731-43. Catesby tenía urgencia por dibujar todo lo que podía ver y sus libros estaban muy ilustrados. Tiene reminiscencias de la etapa anterior ya que algunas de las ilustraciones carecen de realismo. Muchas están imbuidas de cierta cualidad caricaturesca que no es verdaderamente representativa y que refleja su estatus de autodidacta. En una época posterior se pueden detectar los ecos de esta forma caricaturesca de dibujar de Catesby en algunos dibujos de Edward Lear, en los que se les da a los pájaros expresiones casi antropomorfas. Debido a todas estas rarezas estilísticas Catesby es, con razón, conocido como el gran naturalista pionero en trabajar en América.

George Edwards [1694-1773], que viajó mucho por Europa como aprendiz, comenzó a publicar muchos de los resultados de Catesby, y escribió un buen número de libros de historia natural. The Natural history of birds se publicó en tres volúmenes [1743-50] publicándose posteriormente una edición en francés. El mayor trabajo de Edwards fue publicado en cuatro volúmenes como The Natural history of uncommon Birds, y algún otro raro animal sin descripción. Apareció entre 1743 y 1751 seguido por Gleanings of Natural History [tres volúmenes, 1758-64].

 
 

 

Mark Catesby [1683-1749]
Peces
The natural history of Carolina, Florida, and the Bahama Islands : containing the figures of birds, beasts, fishes, serpents, insects and plan...[1754]
Grabado coloreado a mano. 36 x 52 cm.
[Beinecke Digital Collections]

 
   

El vigor en las ilustraciones de Catesby puede compararse con las de Griffith Hughes, cuya Natural History of Barbados [1750]satisface las necesidades del libro del coleccionista, más que del naturalista. Las figuras de los invertebrados marinos de Hughes están fielmente retratadas y representan el estudio sobre el terreno pero cada una está colocada con precisión matemática sobre la plancha atentamente dedicada a su particular patrocinador. El resultado es un libro soso, que intenta complacer al rico patrón pero haciendo poco por seducir al lector con los exuberantes descubrimientos en el Nuevo Mundo.

   
 
   

[*]
Scientific Illustration in the Eighteenth Century
Brian J. Ford es socio de la Cardiff University, Presidente del Comite de Historia de la Biología y Socio del Consejo en el Instituto de Biología de Londres.

 
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