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Cuando una palabra vale más que mil imágenes
 
 

Si los nacidos en los albores del siglo XV pudieron leer libros ilustrados por primera vez gracias al papel y la industria editorial,  los que nacimos a mediados del siglo pasado seremos estudiados en el futuro como aquella generación que creció y se desarrolló  bajo el influjo de la televisión vía satélite.

Lo que realmente fue una revolución, lo nunca visto en la historia de las telecomunicaciones,  es que los sonidos y la voz se pudiesen acoplar a la imagen a larga distancia y en tiempo real.

Our World fue la primera producción de televisión satelital internacional en vivo, fue transmitida el 25 de junio de 1967. Participaron artistas de 14 países, entre los que estuvieron The Beatles, la cantante de ópera María Callas y el pintor Pablo Picasso.

El cinematógrafo de finales del siglo XIX se valió de la expresión corporal de los actores que actuaban como mimos. Los diálogos eran textos intercalados con mucho retardo entre las secuencias,  y la música, si la había, era cosa del pianista. Hubo que esperar  hasta la proyección de The Jazz Singer en 1927 en New York para que el gran público viese el primer largometraje comercial con sonido sincronizado. No es un detalle menor, puesto que el radioteatro de Orson Welles retrasmitido en 1938 hizo creer a todos sus oyentes que realmente el mundo estaba siendo invadido por extraterrestres. Era el guión teatralizado de la Guerra de los Mundos de H. G. Wells.

Somos ante todo y por naturaleza seres audiovisuales. Los medios audiovisuales producen en el espectador la vívida experiencia sensorial de ser y estar deslocalizado, en las antípodas, en el futuro o en el pasado. El Hiperrealismo ya no es una escuela pictórica, ahora es un término filosófico, se designa como hiperrealidad a la convicción de vivir en un mundo real que es en realidad completamente falso.

Tecla a tecla en algún lugar del mundo, bajo la “Gran Nube” que nos ensombrece por momentos, se va dibujando digitalmente el mapa de nuestras emociones, deseos y preferencias sexuales, viajando indistintamente a través de fibra óptica, ondas satelitales o nuestros propios bioelectromagnéticos circuitos con los que interactúa. Se estudian y se consiguen rentabilizar, mediante el meticuloso manejo de aplicaciones informáticas en connivencia con las ciencias estadísticas y neuroeconómicas. Aunque nos resistamos, somos devotos súbditos de ese “Gran Hermano”  llamado I.A. que gobierna nuestros dos hemisferios: el celestial y el cerebral, uno ficticio y otro real. [+]